Política en Línea

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Aunque no precisa detalles importantes sobre su proyecto de construcción de un nuevo aeropuerto en Apatzingán, sino sólo la idea de edificarlo por considerarlo necesario, la diputada local electa, Fanny Arreola Pichardo, tiene que recorrer primeramente una ruta insalvable: conocer a detalle el estado general del actual aeródromo y hacer conciencia de la magnitud de costos de una nueva terminal aérea.

Apatzingán cuenta en la actualidad con un aeródromo provisto de una pista de mil 500 metros y unas oficinas obsoletas, pero dista de ser un aeropuerto de talla nacional e internacional, para lo cual requiere de una pista de entre 2.5 y 5 kilómetros.
Por citar un ejemplo, el aeropuerto de Uruapan cuenta con una superficie de 264 hectáreas y su pista de aterrizaje tiene una longitud de 2,400 metros.
El aeródromo de Apatzingán tiene una superficie total de 36 hectáreas, con una pista de 1,500 metros y sus operaciones aéreas comerciales se circunscriben a unos cuantos vuelos de fumigación y a la recepción de algunos taxis aéreos, a más de ser base de aeronaves militares.
Además, el aeródromo de Apatzingán, el «Pablo L. Sidar», dependiente del aeropuerto de Uruapan, se encuentra prácticamente clausurado por la Agencia Federal de Aviación Civil, debido a que carece de un cerco perimetral adecuado, pues el que tenía ha desaparecido ya que estaba construido a base de troncos de cueramo y alambre de púas, cual corral ganadero, y ese tipo de delimitantes ya no son admitidas por la autoridad de aeronáutica, por tanto se requiere de una construcción periférica que reúna los requisitos.
La pista se encuentra deteriorada e incluso fracturada, por tanto requiere su reconstrucción, además de que cuenta con oficinas infuncionales, carentes de servicios básicos al público, como sanitarios; está desprovisto de equipos de radar y otros instrumentos auxiliares para la navegación de aeronaves en proximidad, por tanto se necesita de una importante inversión para el rescate del inmueble al grado de devolverle su utilidad.
El polígono del aeropuerto de Apatzingán cuenta con una longitud de 1800 metros, a lo largo de los cuales ofrece una pista de 1500 metros. Su amplitud es irregular, pero se aproxima a los 200 metros en nor-oriente y sur-poniente, para totalizar una superficie de 36 hectáreas. Es decir, nuestro aeródromo no llega al diez por ciento de la superficie del aeropuerto de Uruapan que de por sí es considerado de dimensiones apenas suficientes para su calidad de internacional.
El aeródromo de Apatzingán fue entregado en comodato al gobierno del estado por 36 años, pero hasta el momento eso no se ha proporcionado un sólo beneficio al inmueble cuyo deterioro lo mantiene en calidad de clausurado, por tanto, cerrado a toda operación aérea. Opera por autorización bajo palabra de la Agencia Federal de Aviación Civil, ya que sirve de base aérea militar, pero, en rigor, por su deterioro, no debe estar abierto al aterrizaje y despegue de aeronaves.
Por otro lado, la construcción del aeropuerto internacional de Uruapan acabó con las operaciones aéreas comerciales en Apatzingán, ya que dejó de recibir vuelos regionales al servicio de pasajeros.
Usted tendrá conocimiento de que hasta hace algunos años recibía aviones de mediano calado -con cupos de entre 20 y 50 pasajeos- de las empresas Aero Cuahonte, Aeromar, aunque en algún tiempo recibió naves similares de Aeroméxico, Aero Maya y otras empresas, con vuelos cortos a México, Guadalajara, Lázaro Cárdenas y Uruapan.
Debido a que la población migrante de la región solía volar a Guadalajara o México para de allí tomar vuelos a Tijuana, o cualquier otro destino de Estados Unidos, la apertura del aeropuerto de Uruapan desplazó a nuestras opciones aéreas al ofrecer desde hace años dos vuelos diarios de Uruapan a Tijuana y viceversa, a través de la línea Volaris, cuyo avión, un Airbús 320-233, tiene un cupo de 180 pasajeros y su tiempo de vuelo entre una ciudad y la otra es de de entre 2:30 y 2:50 horas.
Así que el aeródromo «Pablo L. Sidar» de Apatzingán, se encontró de facto con un importante espacio de inutilidad y quedó para recibir taxis aéreos, operaciones de avionetas fumigadoras y como base de recepción de aeronaves militares.
Luego entonces, la diputada Fanny Arreola Pichardo tiene tres opciones, dos de ellas viables, pero que deben sustentarse plenamente, por separado de que debe buscar los recursos necesarios para ambas.
La primera de esas opciones es la compra de una superficie de unas 300 hectáreas para la construcción de un aeropuerto de talla nacional o internacional con pistas adecuadas para recepcionar naves comerciales, así como la edificación de una terminal en toda forma.
Antes tendría que consultar con las autoridades de Aviación Civil y las líneas aéreas su disposición de abrir vuelos para pasajeros, como son las empresas Volaris, Viva Aerobús o Interjet, por citar a las más modestas en nuestro país.
Seguramente autoridades y aerolíneas realizarían los estudios de mercado pertinentes para saber si la región del Valle de Apatzingán tiene tanta demanda cómo se necesita para medianamente ocupar aviones con cupo de 180 pasajeros por vuelo, así como los destinos a ofertar.
Aquí cabe hacer mención que Uruapan, con todo y su potencial económico y más de medio millón de habitantes en la región de su influencia, tiene dos vuelos a Tijuana y viceversa, todos los días.
Morelia cuenta con vuelos a México, Tijuana, Mexicali y San Francisco, Monterrey y algunas ciudades de Texas, con toda la importancia que tiene una demografía de tres millones de habitantes en su zona conurbada.
Lázaro Cárdenas ni siquiera aeropuerto internacional tiene, a pesar de su importancia económica. Zihuatanejo es su alternativa.
Segunda opción: Tal vez se pudiera rescatar el actual aeródromo de Apatzingán y elevarlo al status de nacional con vuelos a destinos del país, principalmente Guadalajara y México. Aquí la cosa es menos complicada, pues ya se cuenta con el terreno y sólo se requiere de rehabilitar la pista, construir el cerco perimetral con una longitud periférica de 4,400 metros, edificar una pequeña terminal con sala de espera, instalar sanitarios adecuados, dotar de oficinas administrativas y de una torre de control con tecnología de mediana generación y personal capacitado para la navegación aérea. Aquí los pilotos navegan por intuición y con la única ventaja de que casi no hay tráfico aéreo.
Me inclino por pensar que está segunda opción está más apegada a la realidad, que la primera: rescatar y hacer funcional lo que tenemos, podría ser lo más viable.
Pero, primeramente, debe definir con claridad su idea acercs de construir un aeropuerto para Apatzingán, porque en su discurso hace un planteamiento tan ambiguo ya que habla de gestionar la construcción de un aeropuerto, así, a secas, sin más detalles.
La tercera opción es que nuestra diputada electa se dedique sólo a legislar y dejé a otras instancias obras y acciones que no le deben ser ajenas, pero que tampoco son su obligación, ya que hacer leyes en beneficio del pueblo, será su verdadero compromiso e incluso se evitaría broncas extra.
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Por separado de las nuevas variedades consideradas más peligrosas, el Covid-19 amenaza con propagarse de nueva cuenta con furia inaudita.
Nefasto ingrediente especial es que las nuevas variantes afectan a jóvenes y niños, como no lo hizo el contagio tradicional que nos agobió durante 2020 y parte de 2021. Ya han muerto adolescentes y menores de edad.
Es momento de que todos los padres de familia tomen medidas de protección para sí mismos, pero sobre todo para sus hijos, mediante la disciplinada práctica del uso de cubrebocas, gel antibacterial y todo aquello que, en extremo, nos proteja.
Hemos pasado por una dolorosa primera etapa de Covid-19, que dejó una estela de muerte en gran medida causada por nuestra enfermiza necedad para desacatar tales medidas de protección, pero, sobre todo, por ser tan «valientes» ante la crisis de salud y por «no creer» en la existencia de la enfermedad explicada científicamente, y sí creer en la perversa fantasía de aquellos que pronosticaban que nos colocarlas un chip para controlarnos por medio de la tecnología 5G sin saber ni siquiera el verdadero significado de ese número y esa letra.
Explicó: 5G querer decir Quinta Generación y se refiere principalmente al orden en que se ha desarrollado la tecnología, sobre todo en telefonía celular, si tomamos en cuenta que hemos tenido 1G, 2G, 3G y estamos en plena 4G, por entrar a la 5G y posteriormente vendrán más números progresivos con la consiguiente letra G.
Pero a muchos perversos se les ocurrió impresionar con el numerito y la letrita esos, y los más neófitos, quienes generalmente presumen de saber mucho y sólo replican las idioteces que escuchan, optaron por creer más en los rumores, que en la información científica.
El resultado fue el de millones de enfermos y cientos de miles de muertos.
Ahora viene una segunda oleada de Covid-19 que puede afectar a adolescentes y niños, con la ventaja de que ya conocemos los estragos de la enfermedad y podemos tomar la decisión de protegernos, o enfermarnos al grado de morir, o de ver morir a nuestros hijos y nietos.
Todavía estamos s tiempo de reflexionar y optar por dejar de lado la necedad y la presunción de que sabemos mucho, y protegernos a nosotros ya nuestros hijos.
Por ventura la primera oleada de Covid-19 no afecto a adolescentes y niños, caso contrario la tragedia sería superlativa en decesos, en comparación con lo que sido hasta el momento.
Comencemos, pues, por protegernos y proteger a nuestros hijos: que los Cursos de Verano cesen por parte de las autoridades, o hagámonos César nosotros, como padres de familia. No esperemos a tener que buscar culpables, cuando la solución está en nuestras manos.
Hasta la.peoxima.