Por Jesús Bedolla Nava
* El Morado y sus fiestas en plena pandemia
* Los dueños del circo no son los aficionados
Los espacios de excepción en el municipio de Apatzingán, lejos de contribuir a frenar los contagios de Coronavirus, impulsan su expansión y sacan provecho de la indisciplina popular de asumir con responsabilidad las medidas sanitarias recomendadas por las autoridades de salud.
Hablemos del caso de El Morado, esa comunidad del sur del municipio, donde hace 15 días una persona anunciaba por redes sociales un evento llamado «Atascadero», en plena crisis de salud y promoción de medidas anti-Covid-19 dictadas por las autoridades.
El gobierno municipal anunció que el evento se clausuraba e hicieron un llamado al promotor, un trabajador del departamento de Gestión Ambiental del propio municipio, llamado Carlos Valencia (en Facebook alias Mario Quintero).
El Morado estaba de fiesta y para ello se programó una serie de eventos que, bajo las condiciones de pandemia, estaban prohibidos pues preveían reuniones masivas. Sí. Se anuncio la clausura del «Atascadero». Hay quienes dicen que de todos modos se realizó, lo cual es versión no confirmada.
Eso sí. Apenas el sábado pasado, día central de las fiestas en El Morado, se llevó a cabo el baile con la presentación de un popular grupo musical, por tanto se violaron las disposiciones oficiales y los organizadores se pasaron por la entrepierna el famoso decretito ese de Silvano Aureoles Conejo que anuncía sanciones para quien salga a la calle. De risa, pero es la realidad.
Ahora tenemos que esperar a partir de este sábado por lo menos una semana más para ver los resultados de los eventos en la estadística del Coronavirus.
El 9 de mayo, en la víspera del Día de la Madre, Apatzingán estaba apenas en 19 casos de Covid-19 -y ya los considerábamos muchos-. La autoridad hacía llamados desesperados a prescindir de los festejos por esta ocasión y a mantenerse en casa. Los crédulos, entre ellos el luchador mediático Manuel Estrada, quien en Facebook varía su nombre al de Manuel Strada, ya hacían vaticinios de lo que iba a ocurrir apenas 14 ó 15 días después del 10 de mayo si en esa fecha se relajaba la disciplina.
Bueno pues no hubo respeto a las recomendaciones, se celebraron fiestas al gusto y gana de cada quien y ahora que han transcurrido 19 días y en la estadística aparecen casos de Coronavirus a granel, nos damos cuenta de cuánta razón tenían quienes hicieron el pronostico: 111 casos en la lista, de los cuales seguramente unos 35 están activos, con los 14 registrados el jueves 29 de mayo.
No se necesita ser una lumbrera en calculo simple para darse cuenta que todo plazo se cumple y si el Covid-19 tiene un período de incubación de seis a 14 dias, es sólo cuestión de restar un día cada 24 horas para tener una noción harto aproximada de lo que habrá de surgir de repente en cuanto a casos
De lo ocurrido en El Morado, no es otra cosa sino sólo la falta de capacidad de la autoridad para frenar a los poderes fácticos que sólo velan por sus intereses y la salud pública les importa una pura y dos con sal. Pero esa incapacidad baja desde el gobierno federal, pasa por el estatal y termina en el municipal. No se crea que sólo hay un nivel.de gobierno responsable. De la sociedad en sí, ni se diga, porque es ésta es la principal responsable.
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Los equipos de futbol, al igual que los circos, venden espectáculo -a veces muy pobre, pero al fin y al cabo un producto que se vende mediante un boleto-.
Los equipos de furbol, como los circos, tienen dueño, por tanto nadie que haya pagado un boleto por presenciar las habilidades de quienes hacen el espectáculo, tiene ningún derecho, ni es dueño de nada, sino sólo del tiempo de diversión que ampara el boleto adquirido. Los derechos todos, son del empresario.
Cuando el empresario circense concluye su temporada en un pueblo, arrea la carpa y cambia de rumbo y nadie de los otros espectadores tiene derecho a exigirle permanecer, mucho menos se puede sentir dueño del negocio sólo porque pagó un boleto como espectador.
Igual pasa con los equipos de futbol: cuando el dueño de la franquicia decide cambiar de plaza, pues cambia y ya, por tanto nadie lo puede evitar porque no es dueño de nada.
El equipo Monarcas Morelia, con todo y sus 70 años de historia en la capital michoacana, lo comenzaron a perder los aficionados desde que tenía aproximadamente 35 años y ni cuenta se dieron, mismos que ahora sufren la partida.
El equipo que ahora lloran pudo ser auténticamente michoacano por siempre y para siempre, pero cuando los aficionados debieron hacer algo, no lo hicieron. Era tan fácil retratarse siempre en las tribunas para hacerlo autosuficiente y de esa manera jamás hubiera caído en manos de Ricardo Salinas Pliego, quien es hombre de negocios, por tanto no se anda con sentimentalismos; el equipo es de él, no de la afición, no nos equivoquemos.
Cuando el Morelia ascendió a primera división en 1981, los socios, entre los que se encontraban hombres de dinero como Edmundo Sixtos, Enrique Villicaña y Félix Cerda, entre otros como Nicandro Ortiz, fueron prácticamente abandonados por la afición que no llenaba el estadio Venustiano Carranza, inmueble que de por sí era pequeño.
Aún recuerdo cuando en su primera temporada a su regreso a primera división, el Atlético Morelia andaba mal bajo la conducción de quien lo había ascendido, Diego Malta, y amenazaba con regresar a segunda.
Tras una pésima primera vuelta del torneo 1981-1982, los propietarios del equipo se echaron a cuestas el propósito de salvarlo y contrataron como timonel a José Moncebáez, un técnico de la vieja guardia que era más motivador que estratega. Él sacó del letargo a un equipo de estrellitas lesionadas para hacerlo funcionar. Claro: aparte contrataron al portero Nacho Rodríguez y a jugadores como Moisés Villegas, Alfredo Navarrete, y no sólo no descendió, sino que se quedó a un empate de calificar, ya que perdió de local en el último partido del torneo frente al Atlético Español. No olvido que en esa ocasión la afición insultó y agredió a Moncebáez, a quien acusaba de «vendido», no obstante que había rescatado al equipo del regreso a la división de abajo.
Obvio: Moncebáez ya no quiso firmar con el Atlético Morelia y se fue para no regresar.
Allí comenzaron los aficionados a perder el equipo que ahora lloran, porque, además de ese detalle, dejaron solos a los dueños que pronto terminaron por no poder con el paquete y salieron en estampida para dejarle toda la carga a Nicandro Ortiz Gaspar, quien se fajó como los buenos, pero terminó por sucumbir económicamente, pues sostener un equipo de primera división cuesta mucho dinero.
Nicandro tuvo que vender el tradicional ATLÉTICO MORELIA a Tv Azteca que se inmediato le cambió el nombre a MONARCAS MORELIA, pero ni aún así se daban cuenta los aficionados de que perdían paulatinamente a su equipo, al grado de que le quitaron su auténtico nombre de batalla y tradición, para colocarle una engañifa relacionada con la MARIPOSA MONARCA, un bello insecto migranteb. Pues bien, el equipo ahora emigra.
El esfuerzo que realizan los ahora ex jugadores como «El Fantasma» Figueroa, Claudinho, «El.
Mudo» Juárez, Heriberto Ramón Morales, entre otros, es loable, pero mientras no aparezcan hombres de dinero, no cristalizará porque un equipo de fútbol consume miles de millones de pesos desde el costo de la franquicia, hasta pagos de.nómina, compra y contratación de jugadores, cuerpo técnico, vuelos chárter, hospedajes y otras minucias.
La tarea de los ex jugadores no es fácil pero mas bien pienso que su aparición en escena es más con el objetivo de calmar a la afición, que de traer a otro equipo.
La opción viable es un equipo de primera de ascenso, pero por desgracia en cinco años no habrá ascenso. Eso es mucho esperar para una afición que urge de primera división y que además de un lustro tendría que esperar a que el equipo fuera campeón.
La otra opción es comprar una franquicia de primer nivel pero ¿habrá quien aporte tal cantidad de dinero?
¿Aceptará la indignada afición que TV Azteca les traiga al Puebla con problemas de descenso?
Eso sería una auténtica burla para los afiicionados, pero tal vez tengan la capacidad de perdonar el agravio, aunque eso sí, deben prepararse para otra chicanada porque ese equipo tampoco sería de ellos.
Hasta la próxima.
