Mis hermosas benefactoras (Parte I)

Mis hermosas benefactoras  (Parte I)

*Historia de cuatro fraudes fallidos

En la actualidad hay una gama de recursos de comunicación implementada por los defraudadores nacionales e internacionales para cazar víctimas vía redes sociales.

Y aunque dudamos que haya presas fáciles de estos delincuentes, sus campañas son intensivas y embisten a cuanta persona acepta su solicitud de amistad en Facebook, por citar un ejemplo, ello, bajo la convicción de que algun incauto va a caer en sus redes. Créame usted que de cien objetivos elegidos por ellos, con uno que logren convencer, es negocio lucrativo.
Una investigación de Contactv revela que éstos sujetos se presentan generalmente con rostro femenino, para lo cual roban fotografías del perfil personal de alguna mujer con rasgos atractivos, de cualquier país, principalmente de África, Medio Oriente, o Norteamérica.
Enseguida, urden una historia, a veces increíble, pero conmovedora, que las hace presentarse como una persona sola en la vida, desvalida o enferma, pero a la vez acaudalada. Con ese argumento trabajan durante unos días para sensibilizar a sus víctimas, a la vez que les insinúan un afecto que es inusual entre recién conocidos: amor.

Generalmente después de algunos días de mensajes mutuos, nuestras nuevas «amigas» terminan por «enamorarse» de nosotros, cual si fuésemos aquel encantador Adonis, amante de Afrodita, eternamente joven.
La segunda parte del plan, es dotarle a usted de información acerca de su vida privada, que incluye ocupación -casi siempre de alto riesgo-, asedio de algún familiar para despojarla de los bienes que su padre le dejó al morir, o una enfermedad incurable que la obliga a buscar a quien heredar generosamente su dinero, para que, a su vez, esa persona ayude a los desvalidos o, simplemente, pueda instalar un negocio. Ella no tiene a nadie en la vida y está a punto de morir.
La trama sigue con los «abogados», los bancos, las empresas de envío de remesas y los apoderados de la riquísima mujer.
Ellos se comunican con usted y para hacer más interesante el tema, le solicitan cubra una serie de requisitos de rigor: credencial de elector, para asegurarse de que usted sí es usted (aunque nunca lo hayan visto en su vida) y tarjeta bancaria, pues la van a necesitar para hacerle un millonario depósito ¡en dólares!
Por desgracia algo le tiene que fallar a nuestra benefactora, y eso es un pago por gastos de envío, algún honorario de abogados, fedatarios u oficinas de gestión legal.
Los defraudadores le hacen sentir a usted que ese pago es «pecata minuta» en comparación con el dinero que le será enviado, por tanto le sugieren no ser tan «fijado» y pagar esa «minucia». Después de todo ¿qué son cinco mil, diez mil o veinticinco mil pesos, cuando usted va a recibir millones?
Si usted cae en la engañifa y deposita la cantidad que le solicitan, allí se termina la historia. Jamás sabrá más de ellos, ni de su dinero, mucho menos de los millones que le un van a ser enviados.
Durante un mes he dado seguimiento a cuatro solicitudes de amistad en Facebook de cuatro mujeres extranjeras, muy ricas por cierto.
Dayana Knwoko, de Nigeria, heredera de una mina de diamantes; Rosario Alicia Gutirez, una canadiense con cáncer de garganta en etapa terminal, Mía Richard, una militar estadounidense que hasta antes de la crisis en Afganistán, cumplía una misión en ese país, y ahora Sarah Rose Aris quien, coincidentemente, también está en Afganistán en otra misión especial, sólo que enrolada en la Marina estadounidense.
Deduzco que Mía Richard y Sarah Rose Aris son el mismo sujeto, quien al usar perfiles diferentes, no ha reparado en que tiene tratos con un servidor, Jesús Bedolla Nava, desde dos opciones en redes.
La primera, Dayana Knwoko, estaba a punto de vender su mina de diamantes a un banco europeo por la cantidad de 120 millones de dólares, pero uno de sus tíos la hostigaba para despojarla de la propiedad o de su dinero. Ella necesitaba de inmediato salir de su país, pero no tenía dinero en efectivo y necesitaba de un persona buena que le enviará el equivalente a mil dólares para salir de Nigeria. Después, una vez que hubiera concretado la venta de.la.mina, no sólo pagaría el préstamo, sino que entregaría 20 millones de verdes a su benefactor.
La historia permitía, de facto, percibir el burdo fraude, así que ya no me fue divertido seguir la conversación. Era para niños.
Rosario Alicia Gutirez, la canadiense, se encontraba hospitalizada en Quebec, desahuciada por cáncer de garganta en etapa terminal. No tenía a nadie en la vida y le urgía repartir su dinero en porciones de 125 mil dólares entre personas que sólo tenían que prometerle ayudar al prójimo o instalar un buen negocio para que fuera fuente de empleo para otros.
Dueña de empresas madereras en Ecuador, giraría instrucciones a su abogado, de nombre Hugo Gustavo Bascope Vidal, para que se comunicará con un servidor.
Y así fue. El sujeto se comunicó conmigo y me dijo que era el abogado del banco Pichincha -confirmé que sí existe dicho banco- en Quito, Ecuador, en donde mi benefactora tenía sus cuentas.
Noté que ya no coincidía lo dicho de Rosario Alicia, ya que ella aseguraba que el personaje que se comunicaría conmigo era su abogado personal, mientras el tipo decía que era abogado del banco. No podía ser defensor de ambas partes, por obvio conflicto de intereses.
Pero seguí el juego: me instruyó para que le enviará fotos de mis documentos básicos: identificación (omití mandar la del INE y sólo envié la que me acredita como activo de Contactv); también envié mi dirección y número de tarjeta bancaria con dos guarismos menos para no correr riesgos.
Más pronto que inmediatamente me mandó un documento notarial que, más que parecer un papel protocolario, semejaba una invitación a fiesta infantil.
En el documento se redactaba todo un compromiso.
Rosario Alicia había ordenóado se me depositaran 125 mil dólares a mi cuenta en cuanto yo cubriera los requisitos.
Todo transcurrió normal, hasta que el abogado Hugo Gustavo Bascope Vidal me comunicaba que tenía yo que pagar 260 dólares (unos cinco mil pesos mexicanos) por gastos de trámites notariales y en media hora tendría yo en mi cuenta 125 mil dólares, es decir, 2.5 millones de pesos. El pago lo tenía yo que depositar vía Western Union a nombre de Alcides Manuel Martinez Perez (así, sin acentos en Martínez y Pérez).
Le dije que yo no tenía dinero, pero que tomara esa cantidad o un poco más de los 125 mil que me iba a mandar y me depositara solamente el resto. «Cascabeleó» un poco pero me dijo que para que el banco le entregará el dinero deberían estar cubiertos los requisitos de rigor. Es decir tenía yo que depositar los 260 dólares si quería recibir los 125 mil verdes.
Ofrecí que los pagará él, me mandara el dinero y yo le regresaría la mitad de los 125 mil, o mejor aún, que le cortará el 50 por ciento a la dolariza y me mandara la otra mitad. Total, yo ya le habría firmado de recibido la cantidad exacta que dispuso para mí Rosario Alicia, por tanto no habría problema.
El abogado comenzó a molestarse y a exigir mi depósito de 260 dólares si quería yo recibir a cambios los 125 mil.
Le dije que ya era tarde y Wester Union estaba cerrado y nos pusimos de acuerdo para a temprana hora del día siguiente concurrir a hacerle el depósito.
No bien había amanecido en México, cuando me sonó el teléfono. Era el abogado Gorospe Vidal quien me llamaba para que le depositara los 260 dólares, pues ya se encontraba en el banco Pichincha listo para cobrar. Hasta un vídeo me envío del interior de la negociación bancaria.
Le expliqué otro problema: era imposible depositarle pesos mexicanos para que le entregaran sucres.Tenía yo que comprar dólares para hacer el pago y allá, en Ecuador, le hicieran la conversión y dotación en su moneda.
Mi táctica dilatoria terminó por desesperar al abogado, quien comenzó a lanzar veladas amenazas de que él podía cancelar ese apoyo de 125 mil dólares.
Terminé por decirle que mi actitud era para investigar todas las argucias que utilizan para cometer sus fraudes. Le expliqué que jamás me había engañado, pero en un intento más por convencerme, me envió credencial oficial de Hugo Gustavo Gorospe. Busqué en Facebook y me encontré un perfil a ese nombre, con una foto similar a la credencial, sólo que se trata de un piloto Paraguayo que vive en Bolivia, no de un abogado.
La historia de Mía Richard es más interesante, es una misma persona que Sarah Rose Aris, según mis deducciones. (Continuará)…

Fotos robadas para crear perfiles falsos