Por Jesús Bedolla.Nava
Antes de la elecciones del 1 de julio de 2018, mi amigo Salvador Adame, recalcitrante seguidor y admirador de Andrés Manuel López Obrador, y yo, solíamos discutir de política y políticos sobre una mesa de café del centro de.la ciudad de Apatzingan.
Chava era acucioso crítico y descalificador de los gobiernos del PRI y del PAN, a la vez que era defensor, protector y difusor de las políticas del de Macuspana, quien ostentaba por tercera ocasión consecutiva la candidatura a la presidencia de la República, aunque debo de reconocer que tenía razón en todos sus señalamientos en contra de los gobiernos surgidos de la Revolución, por tanto hubiera sido de necios y enfermos defender a las administraciones y a los gobernates que hicieron de la corrupción una carrera ejercida durante décadas hasta empobrecer a la mayoría de los mexicanos.
Mi amigo Adame daba por hecho que todo cuanto decía AMLO en contra de los gobiernos surgidos del PRI y del PAN.
Obviamente también creía de facto todas las bondades que el propio tabasqueño decía de sí mismo, así que sostener una discusión de mutua asertividad entre él y yo estaba sumamente dificil.
Siempre acepté sus argumentos en contra de los gobiernos PRI-PAN, pues, repito, no había ángulo para la defensa de quienes toda una vida saquearon al país y se enriquecieron a costa de un pueblo empobrecido hasta el sobajamienro y la humillación, sin embargo no lo consideraba yo tan acertado cuanbo decía que todos, absolutamente todos los problemas del país, se iban a resolver con sólo elegir a AMLO como presidente.
«Con López Obrador sí va a cambiar todo porque es honesto y va a acabar con la corrupción, la delincuencia, el desempleo y la pobreza», me decía Chava Adame.
Yo argumentaba que las inercias de años de malos gobiernos eran algo difícil de desactivar con sólo cambiar de presidente, por demasiada que fuera la buena voluntad. Decíale yo que una constante era que en cada mexicano había un corrupto en potencia y ponía yo los ejemplos sobre la mesa, pero eran insuficientes para que mi amigo Chava siquiera concediera el beneficio de la duda.
Un día de tantos le dije: «para que me entiendas mejor. Lo que te quiero decir es que yo puedo votar por AMLO, pero de una vez te digo que a mi no me va a decepcionar, porque yo sé que la carga de responsabilidades es pesada e imposible de resolver en seis años de gobierno».
Esa fue una de las últimas discusiones entre Chava y yo. Así quedaron las cosas.
Una vez que AMLO ganó la eleccion y asumió el poder. Una vez que se constató que «no es lo.mismo ser cantinero, que borracho». Una vez que comenzó a llenar su gabinete con los mismos que sirvieron -más bien que se sirvieron- con cargos en gobiernos del PRI y el PAN. Una vez que a su equipos de trabajo ingresaron los mismos de siempre. Una vez que los problemas nacionales dejaron constancia de que el discurso y la buena voluntad son insuficientes para resolver la gama de dificultades nuestra. Una vez que se evidenció que «los abrazos y no balazos» no acaban con la delincuencia. Una vez que se ha visto que la base de contribuyentes no resiste el peso de.las políticas populacheras de regalar dinero y hacer improductivos a los beneficiarios, mi amigo Chava dio un viraje en sus opiniones para decir: «es que si los mexicanos no ayudamos, un presidente no puede solo».
Por lo menos reconocía ya que gobernar a México con éxito está mucho más allá del discurso que todos queremos oír.
Ha pasado el tiempo y Chava Adame poco asiste al café, pero cuando se aparece por allí ya no aborda con tanta insistencia el tema de la política. No se habla de AMLO y ni de los gobernantes del pasado. Es un mutis que deja en claro muchas cosas. El silencio dice más que mil palabras.
Hace unos días en una de esas mesas del mismo café «El Caffeto», del hotel Posada del Sol, un amigo disertaba sobre las declaraciones de Emilio Lozoya en contra de quienes en su momento lo llamaron a gobernar. Concretamente en contra de Enrique Peña Nieto, y al cuestionarme sobre qué opinaba yo de esa situación, sólo le dije: «el hecho de que haya sido liberado quiere decir que al gobierno le interesa mantener la distracción del pueblo agoviado por los mismos problemas de siempre».
Y es que en materia de derecho y justicia, las declaraciones de Lozoya no debieran ventilarse a través de los medios infomativos, sino que debieran ser utilizadas para detener. a todos los responsables de los desfalcos y la corrupción contra los mexicanos, cualquiera que sea su nombre y su investidura del pasado.
El gobierno fue electo para entregar resultados al pueblo, no para convertir al país en un gigantesco lavadero de vecindad.
En lo personal estimo que durante los cuatro años y tres meses que le quedan al gobierno de AMLO esa va a ser la temática, pero no habrá castigo para nadie, como muchos piensan.
Dije también a mi amigo de café que durabte el correr de la años ha sido recurrente distraer al pueblo con disparos mediáticos que, sin embargo, son de «salva», porque son el puro ruido, pero nadie cae y todavía agregué: «no sabemos todo lo que le vayan a sacar a AMLO cuando deje el poder».
No fue necesario que dejara el poder. El jueves el periodista Carlos Loret de Mola dio a conocer un vídeo en el cual se aprecia el momento en que Pío López Obrador, hermano de Andres Manuel, recibe sobres con cantidades de dinero que presuntamente se habría utilizado en la última campaña del ahora presidente.
Pesa la amenaza de que saldrán más vídeos, en los cuales se involucra a los hijos del primer mandatario del pais, pero lo mejor es no adelantar vísperas.
Lo cierto es que en «la mañanera» de este día desde Aguascalientes, el presidente pretendió atajar los posibles efectos en su contra de ese vídeo y prácticamente dijo que «en otros gobiernos era corrupción» y en su caso «se trató de aportaciones personales».
Creo que no es necesario emitir un juicio respecto a esa declaración. Usted ya debe tener el suyo.
Lo que si puedo decir es que AMLO tiene una fe ciega en qué el pueblo le tiene una fe ciega.
Sin embargo, estoy convencido de que el tabasqueño entró en un proceso de desgaste vertiginoso y de que, «todólogo» como es, no tiene asesores y cree que se basta para sí mismo.
No obstante, creo que defenderlo en este caso en particular, contrae el riesgo de caer en la necedad y la enfermedad.
Hasta la próxima.