* Invitaciones al orden, son como las llamadas a misa
Desde hace décadas los gobiernos municipales se han dedicado a «invitar» a la ciudadanía a respetar las leyes y los reglamentos, en aras de una mejor convivencia y facilidad de vida para todos, en general.
Tantos gobiernos han desfilado por palacio municipal de Apatzingán, como «invitaciones» se han hecho a respetar el orden público e igual número de fracasos se han cosechado.
Timoratos, los gobiernos han recurrido a la comodidad de formular «invitaciones» y «exhortos» hacia quienes hacen una práctica cotidiana de elq violar los preceptos de ley y reglamentación, por tanto no ha pasado nada: nadie se ha auto sometido al orden que dictan las letras asentadas en la legalidad.
Los apatzinguenses hemos tomado esa «invitaciones» como una opción: si queremos respetar las leyes y los reglamentos, lo hacemos, pero si no queremos, nada ni nadie nos obliga a hacerlo.
Viene a colación el comentario con motivo de los recorridos que el jefe de Vía Pública del municipio de Apatzingán, Hugo Jaimes Talavera, realiza por la periferia del mercado «Ignacio López Rayón» para «invitar» a taxistas y comerciantes a respetar los espacios en torno al citado centro de abasto.
Tales «invitaciones» se han repetido una y otra vez a los largo de los trienios gubernamentales, pero siempre han sido un fracaso: ni comerciantes del mercado, ni taxistas, ni nadie, hace caso a dichos exhortos.
La autoridad debería estar convencida de que solamente con la aplucación de la Ley y de los reglamentos, se puede restablecer el orden necesario. Solamente hay que tener el valor de hacerlo, sin temor a los llamados costos políticos.
Por lo menos en Apatzingán es larga la cadena de fracasos que se han acumulado con las famosas «invitaciones».
El gobierno no está ya para poner su cara de bonachón frente a su obligación de aplicar las leyes y los reglamentos, y con ello hacer más larga la cadena de fracasos.
En el mercado municipal son los propios comerciantes los que limitan sus posibilidades de venta al copar con sus vehículos los estacionamientos.
Los taxistas continúan con su arraigada costumbre de estacionarse en doble fila y obstruir el tránsito vehicular el tiempo que les viene en gana en cualquier calle de la ciudad
Aquí los camiones recolectores de basura acostumbraron a las personas a pasar por sus desperdicios a las puertas de sus comercios y forman un dique insalvable para los automovilistas, para terminar por provocar grandes embotellamientos.
Aquí cualquiera se ahorra media cuadra al evitar circular hasta el retorno para llegar correctamente a su domicilio. Es preferible aventarse esa media cuadra en sentido contrario, de tal manera que aquellos que reclamaban la construcción de avenidas en sus calles, ahora demuestran que no las merecían porque no saben o kobtienwnla.cultura necesaria para usarlas.
Aquí la instalación de un contenedor de basura sirve para convertir en un gigantesco basurero el punto elegido. Lo peor es que cuando se retira ese mismo contenedor por infuncional, allí se queda el basurero que nos ridiculiza como ciudadanos.
Tenemos que decirlo: en Apatzingán se deben aplicar las leyes y los reglamentos para poner orden, porque los «invitaciones» son como las llamadas a misa, o como la política de «abrazos, no balazos». Para nada sirven.
Hasta la próxima.